Parte I: por qué invertir siguiendo la Agenda 2030 puede entrar en conflicto con la moral cristiana.
Desde su origen, la Iglesia nunca ha sido indiferente a las realidades sociales y problemas que acucian al hombre. Desde Rerum Novarum pasando por Caritas in Veritate hasta llegar a Laudato Si y Fratelli Tutti, la Iglesia ha demostrado siempre su preocupación por el desarrollo humano integral. Siendo así, la Iglesia, como actor internacional, no es ajena a los intentos por avanzar en la senda del desarrollo. En este sentido, la doctrina social católica es necesaria en todas las etapas del diálogo humano con el mundo[1].
El hito más reciente, y quizá más significativo, en ese esfuerzo de los Estados por alcanzar un consenso es sin duda la Agenda 2030. En 2015, los Estados de las Naciones Unidas promulgaban de forma unánime los Objetivos de Desarrollo sostenible (ODS). Donde muchos de estos objetivos son loables[2] y perfectamente asumibles bajo el prisma cristiano y de hecho se presenta como “un importante signo de esperanza”[3], hay otros que son radicalmente opuestos al Magisterio y donde la Santa Sede ha expresado abiertamente sus reservas (merece la pena leer el documento del entonces observador permanente de la Santa Sede, el arzobispo Bernardito Auza llamado ” Nota De La Santa Sede En El Primer Aniversario De La Adopción De Los Objetivos De Desarrollo Sostenible”). En él se puede apreciar que donde la Agenda 2030 y Doctrina Social de la Iglesia (DSI) pueden parecer dos caras de una misma moneda, existen discrepancias cuyo origen se sitúa en la visión que tienen del hombre.
Por un lado, la DSI está fundamentada por el personalismo, una corriente filosófica que otorga un protagonismo primordial a la persona y como tal, a su dignidad. Por el otro, la Agenda 2030 se fundamenta en la llamada ética del desarrollo definida por la ONU en 1991 que tiene como principal objetivo:
“ampliar las oportunidades de los individuos que no puede lograrse si las personas no son realmente libres para elegir lo que quieren ser y cómo desean vivir”.[4]
En otras palabras, la Agenda 2030 parece basarse en un concepto consensuado en el que el protagonista, no es la persona y su intrínseca dignidad, sino el concepto de desarrollo. Esto es importante porque si el fin último es el mero desarrollo, la persona puede ser “utilizada” simplemente como un medio para un fin, pudiendo llevar a situaciones donde por ejemplo se impongan medidas antinatalistas a cambio de obtener financiación para conseguir ese supuesto desarrollo. Un ejemplo de ello serían los países africanos, donde para recibir ayudas al desarrollo deben asumir políticas antinatalistas amparadas bajo la denominación de “salud reproductiva” (como ha denunciado Obianuju Ekeocha en numerosas publicaciones y en el documental “Strings Attached”).
El mundo de la inversión no es inmune a la Agenda 2030. Según los últimos datos disponibles, los fondos de inversión que reportan ODS se han multiplicado por 6 desde 2017 a 2020[5] y es de suponer que esa cantidad sea ya muy superior en 2023. Ante este crecimiento, surgen preguntas sobre las que, como inversores coherentes con la fe, merece la pena reflexionar:
- ¿Responde la Agenda 2030 a una visión del hombre coherente con el Magisterio?
- ¿Busca la Agenda 2030 realmente el desarrollo humano integral?
- Tal y como introduce las notas de la Santa Sede[6] ¿Se reduce la Agenda 2030 a una declaración universal para “apaciguar conciencias” con declaraciones solemnes y agradables? ¿Es realmente efectiva para promover un verdadero desarrollo?
- ¿Qué alternativas tiene el cristiano para invertir de una manera coherente con su fe?
Tras esta breve introducción a la temática Agenda 2030 y DSI, en las próximas semanas vamos a publicar diferentes artículos en los que analizaremos los puntos de encuentro entre la DSI y la Agenda 2030. Analizaremos con mayor énfasis los puntos más controvertidos, intentando explicar desde la antropología cristiana, qué incompatibilidades surgen con el planteamiento de determinados ODSs y nos plantearemos: ¿qué puede hacer un cristiano ante esta situación para poder mantener y generar una cultura cristiana, también en el mundo de la inversión?
Esperamos que sea de vuestro interés, seguimos duc in altum.
[1] Katarzyna Cichos, Jarosław A. Sobkowiak, Ryszard F. Sadowski, Beata Zbarachewicz, Radosław Zenderowski, Stanisław Dziekoński, Sustainable Development Goals and the Catholic Church: Catholic Social Teaching and the UN’s Agenda 2030, Routledge, 2021, p.2.
[2] Arzobispo Bernardito Auza, Nota De La Santa Sede En El Primer Aniversario De La Adopción De Los Objetivos De Desarrollo Sostenible, Misión Observadora Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, 2016, p. 2. Disponible en internet: https://www.caritasjaen.es/main-files/uploads/sites/23/2020/03/Nota-de-la-Santa-Sede-en-el-primer-aniversario-de-la-adopci%C3%B3n-de-los-Objetivos-de-Desarrollo-Sostenible.pdf
[3] Papa Francisco, Visita a la Organización de las Naciones Unidas: Discurso del Santo Padre 25 de septiembre de 2015, The Holy See, 2015, Libreria Editrice Vaticana. Disponible en internet: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/september/documents/papa-francesco_20150925_onu-visita.html
[4] ONU, Desarrollo Humano: Informe 1991, trad. Esperanza Meléndez y Angela García, Tercer Mundo Editores, 1991, p. 21. Disponible en internet: https://hdr.undp.org/system/files/documents/hdr1991escompletonostatspdf.pdf
[5] UN Principles for Responsible Investment, Investing with SDG Outcomes: A Five-Part Framework, 2020, p.10. Disponible en internet: https://www.unpri.org/download?ac=10795
[6] Arzobispo Bernardito Auza, Nota De La Santa Sede En El Primer Aniversario De La Adopción De Los Objetivos De Desarrollo Sostenible, Misión Observadora Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, 2016, p. 2. Disponible en internet: https://www.caritasjaen.es/main-files/uploads/sites/23/2020/03/Nota-de-la-Santa-Sede-en-el-primer-aniversario-de-la-adopci%C3%B3n-de-los-Objetivos-de-Desarrollo-Sostenible.pdf