Doctrina Social de la Iglesia: brújula de una cartera coherente con la fe
San Juan Pablo II definió la Doctrina Social de la Iglesia como “la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana”.
Así, los católicos solemos enfrentarnos a dos cuestiones capitales: ¿Puede la Iglesia como institución invertir su dinero? ¿Es moralmente aceptable que un católico invierta su dinero en bolsa? La respuesta es sí, y no solamente es moralmente lícito, sino que también, en muchas ocasiones, es necesario. La Iglesia tiene la responsabilidad de administrar sus bienes temporales de la mejor manera para poder así seguir apoyando sus misiones pastorales, caritativas y sociales.
Principios del Faithful Investing según la Doctrina Social de la Iglesia
Una vez respondidos estos interrogantes, la Doctrina Social de la Iglesia recuerda que el dinero no es un fin en sí mismo, y que las inversiones -ya sean de la Iglesia o de particulares- deben ser inversiones éticas: no simplemente lucrativas, sino esencialmente orientadas a promover el bien común.
Por ello, una estrategia de Faithful Investing debe excluir empresas cuya actividad sea contraria al Magisterio, como la pornografía, el aborto, las adicciones o la explotación laboral, entre otras. Concretamente, la Doctrina Social de la Iglesia aborda la economía y las finanzas desde una perspectiva integral, enraizada en la caridad, la justicia y la verdad, y orientada al desarrollo humano pleno y al bien común.
No ofrece recetas técnicas, sino principios morales y criterios de discernimiento para guiar la acción humana. Economía y moral no pueden separarse; su credibilidad depende de una ética arraigada en el desarrollo humano integral.
Ética, bien común y discernimiento en las inversiones católicas
La ética en el ámbito económico y empresarial es clave. No basta con crear sectores aislados de inversión ética, sino que toda la economía y las finanzas deben impregnarse de ética, respetando las exigencias intrínsecas de su naturaleza.
Así podemos entender que el beneficio -tan legítimo como necesario- debe servir para humanizar el mercado y la sociedad, no ser un fin en sí mismo.
En definitiva, la Doctrina Social de la Iglesia está al servicio del hombre, orientando la conducta del hombre en todos los ámbitos, incluido el trabajo y la economía. Se convierte en una hoja de ruta para identificar moralmente dónde es legítimo invertir y dónde no, ayudando a la Iglesia y al inversor católico a ser coherentes y demostrar que fe y economía no solo pueden convivir, sino fortalecerse mutuamente, a través de una inversión coherente con la fe, una inversión ética y una sólida cartera de Faithful Investing.
La Doctrina Social de la Iglesia hace un claro llamamiento a que las finanzas y las inversiones en empresas y mercados bursátiles se vean como actividades humanas con una profunda dimensión moral.